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Holguín Veras, Miguel A., (Personal Name)

Preferred form: Holguín Veras, Miguel A.,

Disla, Edwin (8 de abril del 2008). Miguel Holguín-Veras, el devenir de su existencia. Biografía de escritores: http://miguelholguinveras.blogspot.com/2008/04/miguel-holgun-veras-el-devenir-de-su.html http://miguelholguinveras.blogspot.com/2008/04/miguel-holgun-veras-el-devenir-de-su.html

Miguel Holguín-Veras nació el 26 de abril de 1927 en Santiago de los Caballeros. Fue el hijo número doce de los dieciséis que procrearon Pedro Holguín-Veras y Georgina Roulet en una época en que el país estaba ocupado por las tropas de Estados Unidos. Desde la niñez, la pobreza marcaría su sino. El suceso más dramático de esa etapa le ocurrió a los siete años. Él lo narra en su obra de ficción y autobiográfíca Al pie de la escalera (p.79) publicada en el año 2000: su padre, proveedor del ingreso familiar, se vio envuelto en una intriga política en los duros años iniciales de la dictadura de Trujillo, y tuvo que esconderse, dejando a la familia desamparada. Los Holguín-Veras Roulet empezaron a padecer hambre. En una ocasión en que tenían más de veinte y cuatro horas sin ingerir alimentos encontraron una moneda de cuatro centavos dentro del bolsillo de una chaqueta olvidada, y tras recuperarse de la alegría, Miguel se ofreció a ir a comprar batatas asadas para menguar el hambre colectiva. Salió corriendo con la moneda fuertemente empuñada en su mano derecha, pero al doblar hacia la calle conductora al negocio se cayó y rodó por el suelo. En el acto, por su instinto hambriento, se puso de pie y continuó. Al llegar al asadero, previo a hacer el pedido, abrió la mano, y ¡oh, Dios, que aprietas, pero no ahorcas!: el puño se cerraba solo sobre sí mismo, pues la moneda había desaparecido a consecuencia de la caída. La profunda desilusión y tristeza que sufrió se adheriría de por vida al molde de su existencia y siempre lloraría al recordar el día en que perdió la moneda. ¡Oh, Dios que aprietas, pero no ahorcas!... Una vez normalizada la situación de su padre, Miguel Holguín-Veras prosiguió desenvolviéndose con naturalidad en su hogar cristiano, estricto, donde se le enseñaba a respetarse a sí mismo y a los demás, a amar a los libros (en una de las paredes del pasillo había una biblioteca) y la buena música (en una esquina de la sala había una vitrola). No obstante él se quejaba de que, contrario a sus condiscípulos, no le permitían ir a bañarse al preciado río Yaque del Norte. Por esta razón, por poco se ahoga la primera vez que su hermano Pedro lo llevó junto a sus otros hermanos Rubén y Rafael. Esta escasa práctica acuática no la superaría nunca, y a mediados de la década de los años cincuenta volvería a estar a punto de ahogarse al lanzarse del trampolín del balneario de Güibia y caer de barriga en el agua, perdiendo, por el impacto, el conocimiento. “Cuando volví en mí estaba en el fondo del mar, con mis pulmones a punto de estallar. Creo que mantuve la ecuanimidad y que en realidad volví a la superficie sin ayuda ”.(Ibid, p.113). Aunque poseyendo una gran inteligencia, habiendo terminado el sexto curso de la primaria y leyendo con avidez a Alejandro Dumas, Julio Verne, Víctor Hugo y Vargas Vila, su vocación literaria no afloraba por ninguna parte, reflejo quizás de la precaria situación económica familiar y de la rigidez totalitaria de la dictadura de Trujillo, que no les permitían a Miguel auscultar su subconsciente. Más bien soñaba, frente al tramo de un arroyo de la propiedad de su padre, con vírgenes indígenas que salidas de sus soterradas moradas trabarían amistad con él. “Soñaba con darles mi amor y compartir con ellas la inmensa tristeza que siempre acompañó mi vida”. (Ibid, p.99). Una insensatez familiar le impidió completar sus estudios secundarios, pues residiendo en la casa de su hermana Luz, su segunda madre, porque en el sector de sus padres sólo había una escuela primaria, exigió que a sus hermanos Rubén y Rafael, quienes habían perdido el año escolar, les dieran el mismo tratamiento trasladándolo a un lugar adecuado de estudio, y de no ser así, dejaría la escuela. La familia, sin considerar que era un niño inconsciente de apenas trece años, permitió que abandonara los estudios. Esta insensatez, por un lado, impidió que los futuros trabajos literarios de Miguel tuvieran un rigor más científico, y por el otro lado, lo convirtió en un ser de carácter difícil, rebelde, buscador de su propio destino: cuando cumplió dieciséis años se negó a sacar la cédula, decisión delicadísima en la Era de Trujillo porque se interpretaba como un acto de rechazo al gobierno, y abandonó el hogar paterno. Fue a parar a La Vega, donde consiguió un trabajo como capataz de una brigada de trabajadores de la construcción de un canal. Allí empezó a dormir a la intemperie y a beber en los desagües de arrozales plagados de mosquitos anofeles. No sufrió una picadura de ellos de casualidad. Derrotado y amargado, regresó al hogar paterno, y tras recobrar energías, aún sin saber qué oficio desempeñar, volvió a salir a buscar su incierto porvenir. En esta ocasión fue a parar a Montecristi, a la casa de su hermano Humberto, donde de forma autodidacta, utilizando un método de mecanografía, aprendió el oficio. Pero en el pueblo no encontró trabajo. Entonces volvió a buscar otros horizontes. Esta vez paró en Dajabón, en la casa de su hermano Pascual, inspector de riego de la comunidad. Pascual le consiguió un trabajo como cabo de agua, distribuidor de la asignación del caudal de las diferentes localidades. Su vida miserable tuvo un pequeño respiro porque Pascual lo ayudaba en todo, hasta que lo trasladaron a otra provincia y Miguel se vio en la necesidad de afrontar los gastos de su manutención con un sueldo que no le alcanzaba ni para comer. Lo primero que hizo fue mudarse a un dormitorio del local de la oficina de riego, donde en la cama colombina habitaban cientos de chinchas. Con ellas Miguel entablaba una lucha a muerte todas las noches. En la provincia se integró a un círculo de lectores, lo que en vez de motivarlo a escribir, lo relacionó profundamente con la dueña de la casa de reunión, quien se convertiría en su primera amante secreta y apasionada. Años después, la mujer le informaría que producto de la relación había nacido una niña de nombre Kelva. Él la aceptaría de buena gana y escribiría en su blogs o página en internet: “No obstante ignorar en el momento su nacimiento, hoy constituye un motivo de satisfacción el saber que ella sabe que yo soy su padre.” En el mes de diciembre de 1947, después de negarse a pagar una contribución “voluntaria” para la celebración de una fiesta en honor a Trujillo y recibir amenazas de las autoridades, salió huyendo de Dajabón, olvidándosele entregar a su dueño el burro que le servía de transporte. El futuro escritor ahora fue a parar a la capital, posteriormente a Las Matas de Farfán y finalmente a Elías Piña. Estando en la capital conoció a la hija de la trabajadora de la casa de su hermano Pedro, y entabló una relación amorosa con ella. Parecido a lo de Dajabón, años después se enteraría, por voz de la mujer, que producto de la relación había nacido una niña de nombre Altagracia, a quien también aceptaría. Escribiría en su blogs: “No sé si su madre le habrá informado lo de su nacimiento ni yo en ningún caso me hubiera atrevido a decirle simplemente ‘yo soy tu padre’(…). El caso es que perdí contacto con ella y con su madre, y no he vuelto a saber de mi hija, por lo cual me culpo (…). Ojalá el azar jugara un papel como en las otras ocasiones y pudiera yo hacer por ella lo que con dolor de mi alma no he hecho en tantos años.” Cuando llegó a Elías Piña ya era un hombre que de forma autodidacta, estudiando los libros de los hermanos mayores, se había convertido casi en contable, profesión que le disgustaría porque la consideraría inferior a las demás. Y como contable consiguió un trabajo en la Sociedad Industrial Dominicana (SID). En el pueblo conoció al joven agente cultural fronterizo Mario Read Vittini, con quien inició una amistad que solo rompería la muerte. Apoyándose en su nueva posición, Miguel gestionó con la SID el uniforme para el equipo regional de béisbol, en el cual se desempeñaba como segunda base. Sería la primera vez que un equipo de Elías Piña participaría en un evento de la importancia de los campeonatos regionales. A partir de esos años su pasión por el béisbol no disminuiría y lo conduciría, después del ajusticiamiento de Trujillo, a fundar y a ser el primer presidente de la hoy importante liga de softball Club Deportivo Manlio Bobadilla. Además de la pelota, sería aficionado del boxeo, y en los años 90 escribiría una columna en el vespertino El Nacional titulada Boxeo, fechas y algo más. A pesar de residir y laborar en Elías Piña, Miguel hacía vida social en Las Matas de Farfán gracias a las amistades que cosechó cuando vivió en la provincia. Escribiría en su página en internet: “Era un hombre soltero y no tardé en enamorarme. Viola es el nombre de la elegida, y algo más de un año después del matrimonio nació una hija que colmó de felicidad mi vida. Para mí era mi primera hija y trajo a mi vida la felicidad que un hombre siente al nacer su primogénito. Fue bautizada con el nombre de Austria Georgina (…), del cual deriva el apodo con el cual se le conoce: Gina”. Luego de ella, quien se convertiría en la correctora gramatical de las obras de su padre, nació Miguel Oscar (llamado Guelo por todos), Mayra Violeta, Luis Manuel y Clara Miguelina. Miguel Holguín-Veras era un antitrujillista silente no fichado ni siquiera como desafecto por el régimen aun habiéndose negado a pagar la contribución “voluntaria” en Dajabón, razón por la cual pudo viajar a Panamá contratado por una compañía productora de aceite y regresar un mes después a la República Dominicana porque la compañía incumplió los acuerdos laborales preestablecidos. Un día que visitó el hogar paterno se encontró colgando de la pared una placa de bronce con la efigie de Trujillo, la bandera nacional y una frase que especificaba: EN ESTA CASA TRUJILLO ES EL JEFE. Sin pensarlo, lleno de ira, la arrancó de la pared, fue al patio y la destruyó a mandarinazos. Vino a recobrar la calma, sudando aún, a la media hora. ¡Entonces creyó que desde uno de los balcones del edificio vecino, el restaurant Do-Re-Mi, propiedad de Flor de O http://miguelholguinveras.blogspot.com/2008/04/miguel-holgun-veras-el-devenir-de-su.html

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